lunes, 15 de septiembre de 2008
MetallicA Death Magnetic CD Review
Júbilo, excitación, ansiedad, desazón, resignación. Sólo una banda como Metallica, el nombre más importante que ha cobijado el metal en los últimos 25 años, puede alimentar tantas sensaciones y sentimientos encontrados en vísperas de cada lanzamiento fonográfico. Cada capítulo de la institución de San Francisco ha demostrado ser una respuesta directa o indirecta a su predecesor y “Death Magnetic”, ya por su logística, grafica un opuesto al deleznable “St. Anger”, un episodio de traumática gestación y que subrayó la crisis interna en la banda, comercializada sin tapujos en “Some Kind of Monster”.
Hace años que Metallica no tenía una chance tan próxima de volver a ser “Metallica”. Primero, por el bienestar psíquico que ha vuelto a hacer “viable” el vínculo entre Lars Ulrich y James Hetfield, dos frentes otrora irreconciliables, que tras un acucioso trabajo terapéutico, volvieron a concordar en objetivos comunes y a laborar en conjunto (las fricciones se mantienen, pero al menos pueden compartir un espacio para tocar). Otro punto ineludible, fue la decisión de prescindir de los servicios de Bob Rock, responsable absoluto en el cambio de folio artístico del cuarteto, hacia canales comerciales en el paso de década del ochenta al noventa.
De un mito en las perillas se pasa a otro, Rick Rubin, un especialista con estampa de sobra, pero caracterizado por portar una actitud mucho más pasiva en el estudio que Bob Rock, quien en “St. Anger”, ya denotaba un rol casi paternal con sus clientes de años. Sin mediadores ni ayuda externa, Metalica, luego de bastante tiempo, nuevamente estaba presente a plenitud en una grabación, para realizar una tarea no menor: enmendar con un disco acorde a su cartel, la comedia errática que ha ilustrado su trajín artístico en el último decenio.
En el vapuleado álbum del 2003, ante la bullada crisis personal de Hetfield, la estrategia de Ulrich y Rock hacia la placa, fue optar por una producción completamente austera, un set de riffs monolíticos y una casi nula presencia de solos ¿Cuál es la dirección del timón de “Death Magnetic”? Una obsesa y notoriamente forzada, relectura de sus piezas seminales de los 80´s, aquella serie casi perfecta iniciada con “Kill’Em all” y cerrada con el intrincado “....And Justice For All”, gema conceptual que celebra dos décadas de existencia.
El propósito es entendible, y en cierto sentido, se agradece, pero claramente que atender a un petitorio como el señalado por Rubin, de intentar escribir los trazos no publicados de “Master of Puppets” y recuperar el hambre de esa época, suena a priori descabellado. Más que una vuelta fidedigna e integra hacia las raíces, “Death Magnetic”, es un refrito o “copy-paste” de viejas recetas, que pese a que con claridad, supera todo lo brindado en los discos realizados post “Black Album”, se encuentra muy por debajo de las obras auto plagiadas.
Uno de los detalles llamativos consta en el retorno de la afinación clásica 440 (Mi) que Metallica no utilizaba de los tiempos del álbum negro. El recorrido parte con ‘That Was Just Your Life’, cuyas guitarras limpias y los redobles de apertura remiten inmediatamente a “....And Justice”. El tándem de guitarras por su parte, flirtea con armonías en corte Thin Lizzy y Hetfield le da una vuelta dinámica a la pieza en el coro, con un frenesí que recapitula los fraseos adrenalínicos de ‘Fight Fire With Fire’.
Pese al explícito e inmediato romanticismo que proyecta el cuarteto en esta placa, hay varias anotaciones de su periplo “rockero-alternativo” germinado en “Load” y “Reload”, en los primeros temas, por ejemplo, en el groove que envuelve el primer minuto y coro de ‘The End of The Line’, que se nivela con un thrash bien vintage y una línea melódica en las voces de Hetfield, que hace parecer el surco, una suerte de ‘Creeping Death part 2’.
Los años le han pesado con creces a Lars Ulrich, lejos el punto más bajo de este Metallica 2008, por ser el único que destiñe. A diferencia de “Load”, donde el cambio estilístico lo logró sopesar con una ejecución sobria y efectiva, acá intenta retomar formas intrincadas de antaño, que claramente no está en condiciones de tocar, detalle que no se destapa en su totalidad, en el tedioso inicio de ‘Broken, Beat& Scarred’, instancia que se arregla al pasar el minuto, con un dossier de parte de los mejores riffs de la placa y otro energético breakdown thrashero.
Donde si Lars defrauda a más no poder, es en el sencillo ‘The Day That Never Comes’, ya que hace muy plausible un intento forzado de agregar excesos de adornos y quiebres de tempo a un tema que de por sí solo, ya es trabado. Su pretensión de alcanzar la compleja ejecución de las lentas cadencias de ‘One’, tristemente no sale muy fluida; los riffs en cambio, en los cuatro primeros minutos, reeditan también hasta la saciedad, las estructuras de dicha canción y primer video de la banda, junto a varios ecos de ‘Fade to Black’, tanto por los solos de Hammet, como por las guitarras limpias de Hetfield. El cambio de ritmo, a partir del minuto cuatro, dota de energía y dinamismo al corte, además de remitir un alcance próximo a ‘Eyes of the Beholder’.
Pasamos a ‘All Nightmare Long’, uno de los diamantes de Death Magnetic. Un trallazo, afinado en Re, que es un completo deleite, por como se va armando poco a poco y explota con un coro irresistiblemente ganchero, plagado de fraseos letales y posteriormente complementado con varios quiebres rompe huesos que azotan con un poder telúrico digno de ‘Battery’. Nada que decir de este pasaje, cuya luminosidad roza la perfección.
Una grata sorpresa lo da la versión en estudio de ‘Cyanide’, que grabada suena un kilo más armada que la composición estrenada en el Ozzfest. Ahora se gana una enormidad en estructuras y pese a tener una pegada muy moderna en la cantada y el riff, por segundos rememora a ‘The Shortest Straw’.
Volvemos a otro instante bajo del noveno disco de Metallica, ‘The Unforgiven III’, un oasis “radio friendly” ante tanto martillazo groove y metal, pero lejos la menos efectiva de la tríada de baladas. Su riff central es muy débil y a diferencia de sus dos predecesoras, nunca explota y carece de un clímax que uno espera durante todo el minutaje. Incluso si este pasaje hubiera sido parte del repertorio de “Load” o “Reload”, estaría dentro de lo más desechable de esos trabajos.
En cuanto al desempeño de los otros integrantes, Hetfield se roba la película, ya que por lejos, demuestra que en esta producción, entregó todo su potencial y dio el máximo de sus posibilidades, especialmente en voces. Trujillo entretanto, no sólo ha sido un importante mediador en el vínculo Hetfield-Ulrich, también ha llenado un vacío que Metallica necesitaba compensar desde la muerte de Cliff Burton, dándole al bajo una presencia fulgurante que no se presenciaba desde 1986. Hammet cumple con su trabajo, pero lamentablemente viene repitiendo los mismos solos desde el álbum negro, a excepción de su performance en ‘The Unforgiven III’, que denota un poco más de alma que el resto de sus aportes.
Otra gema de revisionismo puro trasluce ‘The Judas Kiss’, un menú de piezas thrasheras, que se yuxtaponen con la entrada de Hetfield y un registro en la clave del Metallica 90´s, por su coro mega groove. Aunque suene extraño, breves pasajes remiten la garra de los indomables Pantera de ‘Vulgar Display of Power’.
A diferencia de todas las muestras instrumentales que nos han ofertado los de San Francisco, ‘Suicide&Redemption’ carece de tintes épicos protagónicos y otorga un compendio de riffs a la vena, además de tener una pasada southern bien Corrosion of Conformity, brindando un popurrí de arreglos y riffs iluminados que merecen integrarse también con justicia, en la selección destacada del álbum. Por las características antes señaladas, perfectamente este tema pudo haber incluido voces.
El cierre colérico de ‘My Apocalipse’ otorga un speed metal revival hecho para los románticos más cegados por“Kill’Em all”, e incluso pareciera que se hubiera recurrido específicamente al manual clásico de sus coetáneos Slayer, hasta por los nerviosos fraseos de Hetfield que curiosamente en gran parte, pareciera que hubiera tomado lecciones de nuestro compatriota Tom Araya .
Los veredictos de la gallada fundamentalista que sigue a Metallica son incontables y tremendamente diversos. Unos sitúan a “Death Magnetic” como el disco que se debió haber sacado después de “...And Justice For All”, otros como la continuación ideal del “Black Album”. De obsesos fanáticos y escuchas, hasta los más ácidos detractores, las opiniones dan para todo.
Eludiendo el evidente oportunismo comercial que convoca este “retorno a la forma” del combo de San Francisco- Ulrich hace años que se siente más excitado por las proyecciones de venta de unos de sus cuadros en una exposición, que por un vinilo de Diamond Head- y los explícitos errores como falencias detallados, mejor veamos lo positivo: Metallica, aunque nunca logre reeditar el hambre de antaño, atrapa por instantes con un par de canciones, de una forma efectiva, como no lo lograba en muchos años. A estas alturas del partido y con tanta ventilación de ropa sucia de por medio, lo mejor es disfrutar el presente y no exigir una máquina del tiempo; es lo que hay.
Francisco Reinoso Baltar
Rockaxis
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